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El flujo
de energía en el ecosistema es abierto, puesto que, al ser utilizada
en el seno de los niveles tróficos para el mantenimiento de las funciones
propias de los seres vivos, se degrada y disipa en forma de calor
(respiración). En cambio, el flujo de materia es, en gran medida, cerrado
ya que los nutrientes son reciclados cuando la materia orgánica del suelo
(restos, deyecciones, etc.) es transformada por los descomponedores en
moléculas orgánicas o inorgánicas.
Los
elementos más importantes que forman parte de la materia viva están presentes
en la atmósfera, hidrosfera y geosfera y son incorporados por los seres vivos a
sus tejidos. De esta manera, siguen un ciclo biogeoquímico que tiene una
zona abiótica y una zona biótica. La primera suele contener
grandes cantidades de elementos biogeoquímicos pero el flujo de los mismos es
lento, tienen largos tiempos de residencia. En cambio, el flujo a través
de la parte biótica del ciclo es rápido pero hay poca cantidad de tales
sustancias formando parte de los seres vivos.
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